Siempre ha sido su sueño cargar una cabeza parlante a través del desierto

Extenso es la palabra que acudió a su mente, los zapatos llenos de arena…bastante molesto, pero llevaba buen ritmo y además ni valía la pena porque no terminaría de vaciarlos de arena que se llenarían de nuevo.

La libreta que le entregaron ya iba por la mitad, lugares donde el cuerpo no estaba. Descartando aquí y allá, mientras tanto la cabeza descansaba en el morral de cuero y ella…caminaba.

El cielo rojo se oscureció, las estrellas aparecieron…una por una. Meses y meses pasaron y aprendió mucho de teoría musical, cortesía de la cabeza cercenada, hasta que llegaron finalmente frente a la puerta. La abrió y bajó las escaleras: ahora estaban en un pantano cenagoso.

Sacó la cabeza del morral y sosteniéndola muy emocionada le dijo: «¡Mira es tu cuerpo! ¿No es así? Viene hacia acá» La cabeza, que pasaba de manera intermitente de joven a viejo sonrió. Por fin juntos, luego de tanto tiempo.

Ella sonrió satisfecha, buscó la libreta para escribir el lugar donde se había producido el milagro pero la misma se desintegró, en su lugar surgió otra con una guitarra eléctrica en la cubierta. Ahora se iniciaba un nuevo viaje.

El guitarrista sin guitarra, ahora por fin de una pieza, la miró a la espera. Y ella volvió a sonreír…ampliamente y le dijo «¡Vamos!»

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La entrada número 200 iba a ser otra, pero ya que mi mente está muy errática y pues para variar le hice caso salió lo que salió. Producto de soñar despierta. Por cierto estoy muy muy orgullosa del título. Nos leemos la próxima, con una reseña que era lo que debía ser esta entrada pero no fue. En fin, ya consolaré a la novela por no ser la ducentésima del post.