Kiri camina por la orilla del mar, dejando que las olas mojen sus zapatos. El viento revuelve sus cabellos. Lleva un libro: «El dragón, Rashômon y otros cuentos». Camina rápido, impaciente por llegar al acantilado.
A mitad de camino se detiene, entre las rocas hay un cuerpo…sin cabeza.
Moya ya está allí, observándolo desde todos los ángulos. Se percata de la presencia de Kiri. Se sonríen la una a la otra y exclaman al unísono «Historia de un hombre al que se le cayó la cabeza».
-¿Habrá sido un soldado atacado por un enemigo?
-Posiblemente. Quizás mientras agonizaba, como Kashôji, tuvo visiones de su infancia.
-Aunque no corrió con la misma suerte que el protagonista.
«Entre sus ojos y el cielo azul pasaron un gran número de sombras pertenecientes a escenas y objetos que parecían no estar allí. Primero vio el delantal ligeramente sucio de su madre (…) Sus manos intentaron acariciarlo, pero en ese instante desapareció de su vista. Cuando volvió a verlo, el delantal pareció volverse tan fino como una delicada tela de seda (…) A continuación, se mostró ante su vista el extenso huerto de plantas de ajonjolí, a espaldas de su casa natal; ese huerto en el que a mediados del verano brotaban unas solitarias florecillas como esperando a que el sol se ocultase al fin en el horizonte.» (Historia de un hombre al que se le cayó la cabeza)
-Los giros que introduce Akutagawa en todos sus relatos son inesperados.
-¡Sin duda! Pero el hecho de que estemos aquí contemplando este cadáver ¿no nos acera a Yoshihide de «El biombo del infierno»?
-El hombre que no tuvo reparos en realizar bocetos de un cadáver sin perder un solo detalle. El que apodaban «el mejor pintor de la región». Su entrega al arte era total.
«Cuando el señor bromeó con él en una ocasión, diciendo: «Parece que tú prefieres lo que es repulsivo», los labios aún todavía más rojos del viejo esbozaron una inquietante sonrisa replicando orgullosamente:»En efecto, señoría. Otros pintores son tan mediocres que no tienen capacidad para apreciar la belleza de lo repugnante»
«Sospecho además que una vez que empuñaba sus pinceles, no pensaba en otra cosa que no fuese dar fin a su pintura sin ni siquiera preocuparse de sí mismo. Podía pasarse todo el día y toda la noche encerrado en su estudio, alejado de cualquier mirada» (El biombo del infierno)
-El autor describe con precisión los vericuetos del alma humana: su oscuridad, mezquindad, odio. Pero plasmado de una manera lírica y vedada. Sus escritos esconden más de lo que revelan.
-¡Exacto! Hay que ahondar y rellenar los silencios. Y es tan hábil que hipnotiza. En cada relato sentía que estaba allí, junto a sus personajes.
-Indudablemente sus descripciones son maravillosas, plagadas de detalles. Con palabras cuidadosamente escogidas construye sólidos escenarios.
-Sí. Vámonos. Dejemos al muerto reflexionar en paz.
-Como «En la maleza de un bosque».
«A medida que mi pecho se enfriaba todo alrededor iba quedando en silencio (…) Solamente flotaba el resplandor melancólico del sol sobre las copas de los cedros y de los bambúes» (En la maleza de un bosque)
-Esa historia es un poco tramposa a mi parecer. Los diferentes puntos de vista sobre un mismo hecho terminan confundiendo un poco. Y ahí reside su ingenio.
-El mismo ingenio que despliega en «La nariz» y «El dragón», esos toques de humor mezclados con lo fantástico.
«Era una nariz con el mismo grosor desde su inicio hasta la punta. Se extendía a lo largo de quince centímetros, empezando sobre el labio superior y terminando por debajo de la barbilla. Parecía un embutido colgando del centro de su rostro»
«(…) Frente a los demás fingía que no le afectaba en absoluto. No era tan solo por la banalidad que suponía que un sacerdote como él se preocupara por su nariz en vez de centrar exclusivamente toda su energía en alcanzar el Paraíso de la Tierra Pura. Más que eso: intentaba por todos los medios que los demás no conociesen la obsesión que le producía su nariz. Por tanto, no había nada que odiara más que la palabra «nariz» surgiera en medio de una conversación» (La nariz)
«El monje, por su parte, razonó serenamente: «Hace mucho tiempo, había un sabio chino a quien le salió un divieso en el párpado, escociéndole de tal modo que no podía soportarlo. De repente, un día el cielo se nubló y el sabio vio que tras un formidable trueno comenzó a llover torrencialmente. En ese preciso momento el grano reventó y un dragón negro emergió del interior de su divieso, alzándose directo al cielo en medio de un remolino de nubes. Por eso le digo que si un dragón puede vivir en un divieso, cuánto más podría ser que hubiera docenas de dragones o de serpientes venenosas pululando en el fondo del estanque» (El dragón)
-Incluso en sus escritos más humorísticos no deja de estar presente la crítica. Celebro esa combinación. La sátira y la parodia no deben morir jamás.
-Como en «Puerros» y «Patas de caballo».
«Se metió un cigarrillo en la boca y al ir a prender la cerilla, cayó de bruces y quedó muerto allí mismo. La verdad es que tuvo una manera decepcionante de morir. Por fortuna, y a pesar de todo, la sociedad rara vez critica la forma de morir de una persona. Es el modo de vivir lo que suele levantar vituperios. Sea como sea, Hanzaburô logró evitar ser censurado con desdén.» (Patas de caballo)
-Sí, mmm ¿el cuerpo que acabamos de dejar atrás, es la quinta o la sexta víctima?
-La sexta. Madam Hikage es implacable. No tolera errores de ningún tipo.
-Sin duda arrojar a tus sirvientes por el acantilado es cruel. Pero ahora no se contenta solo con eso, sino que también los decapita.
-¿Se habrá vuelto loca como Shuri en «Lealtad»?
-Se podrían decir muchas cosas de Madam, pero loca no estaría en la lista. Desde el inicio deja muy claras las reglas. Todo el que entra a trabajar a su servicio sabe a que atenerse.
-Por cierto en «Lealtad» se puede palpar la angustia vital del protagonista de manera visceral.
«Cuando salía de uno de sus ataques se apoderaba de él una melancolía aún mayor, y se sentía sacudido por el pavor, como si fuera un relámpago que amenazaba su razón, junto con el presentimiento de que su miedo era en realidad prueba de su ineludible locura. «¿Qué pasará si me vuelvo loco?». Ante este pensamiento, todo se volvía súbitamente oscuro para él.» (Lealtad)
-Pienso que refleja la propia desazón del autor, su esencia está en cada relato.
-Y por si a algún lector/a le quedasen dudas, Akutagawa deja asentada sus vivencias en su serie de relatos autobiográficos como «Crónica de difuntos» «Vida de un necio» y «Engranajes».
-En ellos se puede sentir la desazón, la melancolía, el hastío y un poco la desesperación pero narrados con tal delicadeza que es imposible sentirse descorazonada.
-Accedes a su visión del mundo de manera aún más directa.
«A los treinta se dio cuenta de que durante años había estado enamorado, no sabía cómo, de un trozo de tierra. Sobre ella, aparte de crecer algo de musgo, solamente había unas cuantas baldosas y ladrillos rotos esparcidos. No obstante, para él era exactamente como un paisaje de Cezanne». (Vida de un necio)
«A veces me parece sentir la misteriosa presencia de una mujer de unos cuarenta años-el espíritu de alguien que no tiene porqué ser ni mi madre ni mi hermana fallecida- que vela por mí desde algún lugar». ¿Podría ser eso una consecuencia de mis nervios alterados por el café y el tabaco? ¿O podría ser que una fuerza sobrenatural se manifestase a veces, enviando sus señales a este mundo?
(Crónica de difuntos)
-Un mundo que a veces percibe en decadencia. O quizás se refiere al suyo propio.
-Un poco de ambos. Muestra esa dualidad. Luz y sombra.
-Sí. En Rashômon, el primer relato del libro, deja muy clara la visión del protagonista de la sociedad.
-Sí, Rashômon muestra ese escepticismo de la condición humana. Esas sombras.
-Como cuando el sirviente en pleno debate moral debajo de la puerta sube a la torre y se encuentra a la anciana entre cadáv…
Las dos amigas continúan alegremente su paseo por la playa. Madam Hikage recibe a su nuevo sirviente. Entre las nubes se vislumbra la silueta de un dragón.